Lo clásico de la perversión: del masoquismo de Sacher masoch al concepto de estrago.
- Capitón
- 5 nov 2020
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Presentacion de La venus de las pieles
La venus es una novela del escritor austríaco Leopold von Sacher Masoch de 1870, que forma parte del primer volúmen de “El legado de Caín”. Está basada en su relación con Fanny Von Pistor, como el resto de sus obras, también inspiradas en sus otras aventuras amorosas de tinte masoquista. Es precisamente por esto, que Kraft- Ebing, en su clasificación de las perversiones, toma el nombre del autor para la invención de la categoría de masoquismo.
La novela cuenta la historia de Severin y su fuerte e idílico amor, por Wanda Von Dunajew, una mujer frívola, que se asemeja a la “Venus con el espejo” de la obra de Tiziano,dotándola de pieles.
El erotismo en la novela queda envuelto en una trama de amor, y de consideraciones políticas y culturales, en la que, el lugar de Wanda, debe definirse: esposa o ama. La trama principal relata la historia de un hombre con un gusto particular, el masoquismo, que se obstina en convertir a la mujer que ama en su verdugo. Sin dudas Wanda permanece en la situación, en un principio, por amor a Severin, para finalmente, descubrir un aspecto desconocido de sí misma: el gusto por lo cruel. Como afirma Deleuze en “Presentación de Masoch”: “el masoquista tiene que formar a la mujer déspota (...) es esencialmente, un educador. Y corre los riesgos del fracaso inherentes a la empresa pedagógica: la mujer persuadida siempre tendrá el beneficio de la duda en cuanto a su rol, que quizás no pueda sostener, ya sea por defecto o por exceso”.
La lectura de las Venus continúa en un laberinto en el que los cambios de posiciones de los sujetos, llevan al desenlace final.
El contrato masoquista: el objeto voz en el masoquismo
El masoquista florido, el bello, el verdadero, Sacher-Masoch, organiza todo de manera de ya no tener la palabra. ¿Cómo puede estar interesado en esto? Expliquémonos. Se trata de la voz. Lo esencial de la cosa es que el masoquista haga de la voz del Otro, por sí solo, eso que va a garantizar respondiendo como un perro”
Lacan seminario 16
La venus de las pieles tiene a lo largo de su desarrollo dos contratos en los que Severin se ofrece a ser el esclavo de Wanda, contratos inviolables, indisolubles, cuyo único límite es la muerte. El contrato establece el lugar y la posición de cada uno de los intervinientes, la durabilidad de la relación, los elementos posibles de uso; y en el caso de Masoch, hacer de oso o de bandido para dejarse atrapar usando pieles y antifaces, hacerse atar y azotar desnudo por su mujer calzada y envuelta en pieles, dejarse infligir dolores agudos en el cuerpo, usar todo tipo de disfraces -hasta el de criada- e incluso lo que nunca consiguió con satisfacción: introducir en la relación a un tercero que ejerza de ardiente amante de la ama dominadora.
El contrato masoquista intenta de este modo, escribir lo imposible de la relación sexual, evitando el fracaso (convendría recordar que el contrato de Masoch con Fany, la musa de la venus de las pieles, se estableció por seis meses y la relación no duró ese tiempo; o Aurora, la primera esposa de Masoch, terminará su relación con el autor, antes de que el contrato pudiera desarrollarse). El contrato instaura así un gran Otro como intento de producir la garantía de la relación, asemejándose así, a los contratos nupciales, en la medida que busca inscribir lo que no cesa de no escribirse.
Tal como enuncia Deleuze el contrato masoquista fracasa necesariamente, ya sea por exceso o por déficit, lo que en Lacan leyó como “ goce en más o menos”. La imposibilidad de prever los límites de la satisfacción masoquista, o del cálculo sobre el goce, hacen que el contrato fracase de antemano. Esto no impide que el masoquista utilice el contrato, principalmente para no tener la palabra.
La función del lenguaje en el masoquismo es central, porque si bien el contrato asume la modalidad escrita, está sostenido en la palabra, o más precisamente en la función de la voz.
Lacan agregó a la lista de los objetos pulsionales freudianos dos más: la mirada y la voz entendiendo que el estatuto que tienen no es el mismo en el campo de las neurosis, psicosis o perversión. Es el objeto voz el que se positiviza en el sadismo y en el masoquismo, con la diferencia que el masoquista hace existir la voz en el Otro, cuando el sádico intenta completar al Otro quitándole la palabra e imponiendo su voz.
El masoquismo es para Lacan, la perversión más lograda, el paradigma de las perversiones (como para Freud lo era el fetichismo). Resulta que a simple vista uno podría decir que quien goza en la escena es el sujeto masoquista que a causa de su verdugo, no deja de sentir dolor. Sin embargo, asociar masoquista = victima; sádico = verdugo, es un error. El verdadero sádico no se satisface en el daño a un masoquista, requiere, de un sujeto dividido, que no espere recibir dolor. El masoquista, no encuentra su satisfacción en alguien que se satisfaga en el producir dolor, sino, muy por el contrario, en aquel que no pretenda producirlo. Esto es, al fin y al cabo, lo que llevó a Lacan a producir la inversión del fantasma, donde la verdadera víctima no es el masoquista, sino que es el amo de toda la situación.
La novela pone de manifiesto precisamente esta inversión. Si Severin se caracteriza por su masoquismo, Wanda, no presenta, al menos en un principio, ningún gusto por el sadismo. El contrato entre Wanda y Severin funciona siempre y cuando él perciba que ella siente amor, y por lo tanto, no esté absolutamente convencida de producirle daño. Encontramos varios momentos en los que ella describe su incapacidad para lastimar a su amado, y si lo hace, la angustia que eso acarrea: “Si yo fuera realmente una mujer que castiga a su esclavo te horrorizarias”, señalada Wanda en La venus de las pieles.
Quedan en la novela muchas preguntas sin responder, principalmente aquella que atañe a por qué wanda llega tan lejos contra su voluntad, o quizás la respuesta sea que la venus de las pieles es el gran sueño de Masoch.
De la literatura a la vida real
Es sabido que estudiamos la perversión via la literatura porque los perversos raramente consultan. Hay extensas biografías de Masoch escritas por varios autores, sin olvidar la presentación que hace Deleuze. También están las memorias de Wanda, aunque no se trate de la Wanda que inspiró la novela, sino de quien asumió ese nombre para borrar el límite entre ficción y realidad. Para nosotros, de todos modos, seguirá siendo ficción, literatura, que es el modo en el que nos llegan las novedades de la vida de Masoch.
Como ya mencionamos, la verdadera musa de “La venus de las pieles” no es con quien Masoch intentará actuar su perversión al extremo. Aurora Von Rümelin, será quien encarne la verdadera venus de Masoch, aunque no sin dificultades.
Como todo encuentro amoroso comenzó de manera contingente, pero no puede reducirse una relación de diez años al mero azar que llevó a Aurora a convertirse en Wanda. Ella tenía veintiséis años cuando conoció a Masoch, (quien tenía en ese entonces más de treinta), a partir de un confuso episodio epistolar. La Señora Frischauer, amiga de Aurora, y madre de un íntimo amigo de Masoch, Bertoldo, le habría apostado que en el joven escritor no había ningún signo de decencia: “necesita una mujer que lo tenga bajo el yugo, que lo encadene como a un perro, y que le de puntapiés cuando se permita gruñir”. Sin embargo, Aurora estaba convencida de que él era un hombre de cultura, de grandes valores, prestigioso y adinerado, que nunca había podido conocer a la mujer adecuada para formar una familia. Y para demostrar su teoría, la Sra. Frischauer, comenzó a escribir a Masoch cartas “descaradas” que Aurora leía. La situación se complicó cuando Bertoldo se enteró que su amigo se escribía con una princesa rusa, que, al leer sus cartas reconoció la letra de su madre. La señora frischauer quiso recuperar su correspondencia (firmada bajo el nombre de Wanda dan Dunaïew), y Masoch aceptó que quien la retirara fuera una amiga: Aurora.
No hay nada de extraño en decir que al comienzo hubo engaños, después de todo, lo imaginario siempre hace de velo en los inicios de las relaciones amorosas. Aurora se presentó como casada, teniendo además, una posición social que no tenía. Masoch la creyó de cultura, instruida, adinerada; y ella, pensó que él era un hombre amoroso, educado, de serias costumbres moralistas (aun cuando conocía la reputación de Masoch).
Aurora guardó su secreto muchos años, y cuando él supo la verdad, no hizo más que alegrarse: que mejor que una muchacha pobre y desdichada para poder manejar a su antojo; pero el secreto de Masoch no tardó en aparecer: la vistió de pieles enseguida, la llamaba “mi ama”, y esperaba encontrar en ella, algo que nunca apareció: lo demoníaco oculto en su mujer; “quiero que tengas el valor de enfrentarte a tu naturaleza”, le imploraba, haciendo referencia a que ella se diera el enorme placer de entregarse a otros hombres, a que fuera cruel con su propio marido. Lo que Masoch proclamaba como el verdadero placer de su mujer, ella lo denunciaba “no se trata de mi placer, sino del tuyo”.
Aurora reconoció entonces que su vida ya no le pertenecía, y que todo lo dispuesto a dar ya no sería una ofrenda sino un deber; “cuando el diablo te tiene por un pelo, te tiene todo entero”.
Tiempo de concluir
“Puede decirse que el hombre es para la mujer todo lo que les guste, a saber, una aflicción peor que un sinthome. Pueden articularlo como les convenga. Incluso es un estrago".
Lacan, seminario 23
No pudimos evitar notar que Masoch soñaba con un ideal femenino que escondía tras los efectos de la educación (tras la lógica fálica, podríamos decir, siguiendo a Lacan), algún secreto. Masoch sabía que lo femenino esconde un más allá, que imaginó cómo sádico e infiel, y que con Lacan llamamos goce femenino.
Tampoco pudimos evitar preguntarnos sobre las mujeres que acompañaron a Masoch.
Una, la soñada por él en la Venus de las pieles, la otra, Aurora, quien escribió su propia biografía para contar la verdad de la Venus. Y fue así que leyendo desde la perspectiva de Wanda y la biografía de Aurora nos encontramos hablando del estrago.
Según La Real Academia Española, la palabra estrago tiene dos acepciones, en primer lugar es definida como ruina, daño, asolamiento. Estragar es asolar, devastar. En su segunda acepción, si se le antepone el verbo "causar" o "hacer" estragos, la significación es: provocar una fuerte atracción o una gran admiración entre un grupo de personas.
Miller, en su texto "Una distribución sexual" dice que la palabra estrago (ravage) es un derivado de arrebatar (ravir). A su vez, el verbo arrebatar es un retoño del latín popular "rapire", que quiere decir "tomar violentamente" y que se encuentra en el "rapto". Significa que se es llevado por la fuerza, que se arranca.
Lacan habla de estrago para referirse a la relación entre una madre y la niña, trasladando el concepto de estrago al goce femenino. .Al preguntarse por los modos de hacer existir la relación entre los seres hablantes, Lacan sostiene que una mujer para un hombre puede ser su síntoma, y él para ella un estrago, asumiendo la cara mortífera del goce femenino, sin límite.
En el caso de la novela, Masoch con su pedagogía, lleva a Wanda, de la negación a convertirse en la pareja dominante de Severin, a descubrir un gusto hasta entonces desconocido para sí misma: el gusto por infligir dolor al otro que terminará ejerciendo fuera de todo límite.
En el caso de Aurora, lo primero a destacar es el cambio de identidad que hace, deja su nombre propio para comenzar a llamarse como la protagonista de la venus. A sí mismo, y aún conociendo el gusto de Masoch por el masoquismo, se compromete en una relacion de diez años, que terminan siendo una tortura para ella, de la cual solo sale en el momento que otra mujer ocupa su lugar. Hijos de por medio (uno de ellos fallecido), embarazos perdidos, sacrificios corporales, no pudieron hacer que abandonara su lugar junto a Masoch. Perder todo para vivir una relación ilimitada, más allá del falo, de la regulación que pueden brindar los objetos.
Las razones que Wanda da no son suficientes para dar cuenta de una relación tan duradera y tormentosa (problemas económicos, el prestigio social, etc), sino que el autor se convierte para ella en un verdadero tormento.
Lo que pareciera ser una relación amorosa, es un estrago, y el estrago, como afirma Miller, es la otra cara del amor.
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